La coherencia entre lo que decimos y hacemos, es una de las mejores actitudes que podemos tener al educar, ya que los niños aprenden más de lo que ven, de las acciones, que de lo que les podamos decir. Las acciones vinculan más a la gente que las palabras, y las acciones gratas o experiencias placenteras (juego, experiencias nuevas) y que se condicen con lo que se dice siempre, aún más. No
lo olviden, y si tuvieron un infancia con carencias, sepan que gran parte
puede revertirse, sobre todo al momento de criar y educar a los propios
hijos, que es cuando puede darse todo el amor natural, intocable, que
llevamos dentro. Porque somos amor puro en el fondo. La contemplación y el perdón sinceros para con y hacia los otros, restauran la paz mental y emocional, la que revitaliza nuestra nuestra fuerza, nuestra entereza espiritual, para poder volver a la fuente natural de lo que somos, el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario