domingo, 5 de mayo de 2013

El Otro, ¿o Uno Mismo?


Hace tres días que soy la dueña/Madre de una gatita, y ya he podido, con la breve experiencia, suavizar un mito sobre los gatos bastante arraigado en la gente. La cuestión es, que el gato no es traicionero, sino que nosotros carecemos de suficiente empatía, tacto u observación, de la misma manera que con las personas, para darnos cuenta de que el animal, como nosotros, necesita su espacio, sus momentos, es decir, tiene sus límites. El gato infunde respeto, lo exige, y sino, lo impone.

Como es usual en nosotros los humanos, hacemos recaer la responsabilidad o la culpa de nuestras propias acciones o actitudes, en el otro; en las circunstancias, o en lo que fuere. Muchas veces, con tal de no volvernos sobre nosotros mismos para mirarnos y aceptar responsabilidades. En este caso, la responabilididad sería ser el causante del arañazo que nos devuelve el gato, o de la advertencia del lomo encorvado cuando se lo está manipulando mucho, por ej.

Siguiendo esto, el gato seguramente entonces no tiene tanto de traicionero, como sí nosotros sus amos humanos, de desconsiderados, o faltos de empatía, (igualito como con las personas), como para contener o moderar nuestra necesidad de abrazarlo, obligarlo a hacer algo en determinado momento, etc. Por eso, el gato enseña por la fuerza, por las malas, y tiene ventaja con esto. Entre nosotros en cambio, la gente tiene toda clase de vicios a la hora de hacer valer lo que se quiere o necesita. Están los que no pueden decir no, los que no saben articular palabra para expresar lo que quieren o sienten, los que "dejan pasar", para evitarse problemas o malos ratos, etc. Todo eso en nosotros los seres humanos, y teniendo en cuenta el comportamiento natural del gato, nos está diciendo que no estamos en sintonía directa con nuestro yo más profundo, como cuando éramos chicos, y pedíamos con fuerza auqello que queríamos o necesitábamos. A este respecto, y sin ser casual, los niños se parecen mucho a los animales en cuanto a hacer conocer lo que quieren o necesitan. Los chicos aún no incorporaron el peso de ser civilizados y tener buenos modales, de la forma tan acérrima como se llega en la adultez, cuando ya se tiene todo un edificio de preconceptos sobre sociabilidad y normas de compostura que van haciendo mella en las posibilidades de expresión natural de las necesidades y deseos que tenemos, como todos los seres que sienten.


La "Maja desnuda", versión felina.

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