Seguridad en sí mismo y saber poner límites son las claves
Lograr que una persona haga lo que uno quiere es un trabajo que no se concreta si el otro no es una persona insegura e incapaz de poner límites. La manipulación es un defecto humano y reconocerlo es el primer paso para sanar una relación.
Por Carla González C.Niños manipulando a sus padres con el llanto o las pataletas, madres manipulando a sus hijos incluso en la adultez alejándolos a sus pololos (as) o enfermándose para conseguir una visita y hombres y mujeres manipulando a sus parejas para obtener dinero, compañía e incluso afecto. Esos son algunos ejemplos de cómo conducir una relación afectiva – de manera consciente o no – a través del control.
El también llamado “chantaje emocional” es al parecer una de las conductas más comunes en los seres humanos y por eso aprender a reconocerlo es clave para poder salirse del juego antes de que éste se convierta en parte de una relación afectiva muy poco sana.
Uno de los consejos es no ceder ante una manipulación, pero para eso el individuo debe ser alguien seguro de sí mismo, capaz de poder establecer límites, decir “no” cuando corresponde y tener presente que la comunicación es de suma importancia para poder mantener un espacio de confianza.
“Los manipuladores son aquellos individuos que cruzan por nuestra vida dándonos su visión del mundo y queriendo imponer su voluntad, su forma de hacer las cosas y su manera de sentir frente a diversos estímulos” (Psicóloga Varinia Torres al diario La Cuarta, noviembre de 2004).
La psicóloga y terapeuta floral, Pamela Labatut Hernández (www.psicologiayflores.cl), reconoce que hablar de manipulación afectiva es referirse a un tema amplio, esto pues asegura que existen varias formas de ejercer control emocional en una persona y “eso va a depender del tipo de personalidad y la estructura en la cual el individuo ha construido su realidad a lo largo de su vida”.
Según menciona, “muchas veces, la manipulación viene desde una suerte de genética heredada, no desde el punto de vista físico, sino desde una conducta que se aprende a través del tiempo”. Entonces añade, “una persona que pudo haber sido manipulada por su madre cuando pequeña, luego en su adultez dejará de ser el manipulado para pasar a ser el manipulador”.
La clave: saber distinguir la demanda
El chantaje emocional que una madre puede llevar a cabo con un hijo, donde por ejemplo reclama más visitas y para ello se muestra enferma, sola y deprimida, es en palabras de la psicóloga “una modulación de la forma en como el hijo va a demostrarle el cariño a su mamá”, en otras palabras afirma que “la mujer está manipulando la situación para que su hijo sepa que puede perder el cariño si es que no hace lo que ella le pide y de esa forma modula su conducta y él comienza a sentirse culpable”.
Para Pamela Labatut, la manipulación es una modulación que puede darse desde el miedo a perder el amor del otro y la culpa.
En cuanto a este tipo de manipulación (madre/hijo), la terapeuta menciona que de alguna forma ésta es aceptada y no se da de igual forma en hijos e hijas. “Si la manipulación se da con un hijo, la imagen de la mamá suele estar relacionada con temas como los celos ante una pareja. Con la hija en tanto, el control va a venir del lado del cuidado excesivo, la sobreprotección, etcétera”, cuenta.
En el caso de los niños en tanto, Pamela dice que “se trata de una conducta aprendida por la raza humana. El niño comienza a conocer la manipulación no a través de su madre sino porque ve que ante una conducta específica llegan para atenderlo. Por lo tanto, cada vez que necesite algo, recordará esta asociación y llorará para obtener lo que quiere. Con el paso de los años el individuo comenzará a actuar (manipular) a conciencia y será importante recalcar que pedir no es lo mismo que exigir”, menciona.
Para la terapeuta, la manipulación que puedan utilizar como herramienta los niños se ha acrecentado con el paso del tiempo y la forma de vida que hoy llevamos. “Últimamente hay harta culpabilidad sobre todo de las mamás porque tienen que asumir el rol materno, pero por otro lado ahora están todas las condiciones para que la mujer se sienta mucho más independiente, entonces llegan tarde a la casa, sus hijos la echan de menos y se lo hacen saber”, comenta.
Por otro lado, postula que la manipulación es algo común entre los chilenos porque “tenemos una forma de ser en la cual siempre nos andamos quejando y muchas veces a través de eso tratamos de obtener algún beneficio”.
Según cuenta Pamela Labatut, “un manipulador es quien, cuando le fallas te lo hace notar a través de una ironía, de manera directa o indirecta mediante un hecho concreto; es “picado”, nunca pierde. El manipulador no pide sino que exige”.
¡No cedas!
Para saber cómo reaccionar entonces frente a una persona manipuladora, Pamela Labatut menciona que todo dependerá de la edad de la persona que en este caso está siendo manipulada. Así, mientras un adolescente tendrá más roces con sus padres – porque ya no los considera como ídolos y por tanto, se da cuenta que pueden equivocarse – un adulto deberá recurrir a su madurez para establecer límites.
“A las mamás les cuenta muchos soltar a los hijos. Aquí hay muchos hombres que se van de la casa después de los 25 años y en esos ejemplos puede haber una madre que está manipulando, pero también un hijo que cede porque prefiere vivir de manera más cómoda”, comenta.
“A través de la manipulación se puede aprender a ser distinto y a llevar mejor las relaciones, pero por sobre todo se aprende una forma de amor en la que dejo de poner condiciones al otro para que me quiera. Ése es uno de los grandes aprendizajes que tiene el ser humano”, afirma Pamela Labatut.
Para la psicóloga, la madurez que se va adquiriendo con el paso de los años es fundamental. “Con la individuación viene el fortalecimiento de la seguridad, la que está ligada a sentirse íntegro, autónomo y capaz de hacer cosas por uno mismo. Ahí uno está apto para tener una conducta sana ante la manipulación porque puedo poner límites de manera asertiva”, asevera.
De esta forma, asegura que “como en tantos temas conflictivos, aquí la comunicación es clave. Si me siento seguro y autónomo tengo que tener también ese espacio de confianza y conversar con el otro abiertamente de lo que pasa” para así llegar a un entendimiento y de alguna forma romper con aquel círculo vicioso que se construye a partir de la manipulación. “Hay que llegar derechamente a conversar del tema y tranzar, de esa forma cambia la dinámica de la relación y se comienzan a aceptar las diferencias”, enfatiza.
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